En
Roma había una crisis social en la que la sociedad romana estaba
acostumbrada a los pequeños y libres cultivadores que vendían los
productos y generaban riqueza, pero al ir desapareciendo éstos, la
sociedad empezó a confiar y a apoyarse cada vez más en los saqueos del
exterior y en los esclavos del interior, que iban llegando a Roma en
gran número y que se ocupaban de toda clase de trabajo y de manera
gratuita, tanto en la ciudad como en el campo. El proletariado se iba
corrompiendo poco a poco con la mediación del ocio y la retribución de
subsidios. Esto supuso fuertes cambios producidos por los hermanos que
llevaron a una serie de conflictos.
Los
enfrentamientos entre los guardianes de las antiguas tradiciones
romanas y los partidarios de las novedades venidas de Grecia volvieron a
introducir a mediados del siglo II a.C. un clima de gran agitación en
el interior de la ciudad, que cristalizó con el famoso conflicto de los
Gracos que eran dos hermanos de ideas avanzadas que, como Tribunos de la
Plebe y en defensa de sus intereses, reclamaban una reforma agraria: la
distribución gratuita de tierras entre los ciudadanos más pobres de
Roma, en perjuicio de los todo poderosos terratenientes. El mismo día en
que acababa su mandato de Tribuno, el hermano mayor fue por los
Tribunos de la plebe asesinado pero al hermano mayor lo asesinaron sin
esperar a que terminara su mandato .
La
muerte violenta de los Gracos dio comienzo al siglo I a.C., el más
terrible y convulso de la Historia de Roma. Durante ese siglo, Roma se
desangró en interminables Guerras Civiles, cuya causa era precisamente
su poder y sus inmensos dominios. las instituciones Republicanas, que
habían servido para gobernar la ciudad durante 500 años y la habían
conducido a la conquista del Mediterráneo, eran insuficientes para
administrar sus posesiones.
Los
romanos habían dispuesto sus leyes para evitar que un solo hombre
ostentara el poder absoluto, pero los generales romanos se habían vuelto
demasiado poderosos. Apoyados en sus legiones y en los recursos de las
provincias que gobernaban, pugnaban entre sí para hacerse con el poder
en solitario. Primero Mario y Sila, después Julio César y Pompeyo, sumieron el Mediterráneo en un baño de sangre.
Al final de este periodo convulso destaca la figura gigantesca de Julio César: el hombre que, por fin, consiguió concentrar en su mano todos los poderes políticos de forma indefinida. Pero Roma, orgullosa de su tradición republicana, no estaba madura para semejante cambio, y Julio César fue asesinado por un nutrido grupo de senadores en el año 44 a.C.
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